Recuerdo bien que a los 38 años, luego de haber intentado tratamientos de toda clase, tomé la decisión de realizarme un tratamiento facial láser para intentar volver a ser la de antes.

Pero entrados los meses nunca tomé el valor suficiente para realizar dicho tratamiento, ya que no podían asegurarme que obtendría resultados satisfactorios. Además era un tratamiento riesgoso, que podía dejar secuelas y cicatrices para toda la vida. Sentí que no valía la pena el riesgo.

Durante 5 largos seguí intentando todo, pero no conseguí ningún resultado positivo.

Entre en una profunda depresión que poco a poco se fue adueñando de mi vida, oscureciéndola. Antes era una persona alegre, sociable y proactiva, pero todo eso se fue perdiendo.

Por suerte tuve un momento de lucidez y logré una reacción ante tal caída. En gran parte debo agradecerles a mi hijo y a mis padres, ya que ellos fueron los que iluminaron mi camino y me ayudaron a resurgir.

En ese momento de iluminación me pude dar cuenta que tenía un serio problema, y que ese problema era mío, y no debía culpar a los demás por eso. ¡Debía Resolverlo!

Tomé la decisión de investigar por mi cuenta, ya que algo debía existir que pudiera ayudarme a eliminar definitivamente la rosácea, y no iba a descansar hasta encontrarlo.

La lectura siempre fue una de mis pasiones, y le dediqué muchas horas de estudio a los temas relacionados con la nutrición (tanto que luego de algunos años tuve mi diploma de nutricionista) y a las terapias naturales.

Los médicos tradicionalistas seguramente le han dicho (como me lo han dicho a mí) que la Rosácea no tiene cura, y que la única manera de controlarla es con medicamentos. Y que si no los utiliza, la Rosácea estará fuera de control.